Todo el crédito a mi Salvador Jesucristo, mi Dios, padre que me formó en el vientre de mi madre y me dotó como escritor. Agradezco a mi amada esposa, Peris Sogoti, su amor, su apoyo en la publicación y su excelente gestión del hogar. No hay duda de que sigue siendo una esposa de carácter noble y que supera a todas las demás mujeres (Proverbios 31). Ha demostrado ser una excelente gestora de mujeres en el manejo de todas sus tareas, incluidas las del hogar. Saludo a nuestros encantadores hijos Enoch Toroitich, Abigail Jerop y Elisha Tuitoek por darme tiempo para escribir. Dedico este libro a mi madre, mi mujer y mis hijos. Agradezco muy sinceramente a mi difunta madre, Targok Kipkelwon, su amor paternal incluso en ausencia de mi difunto padre, su crianza, el llevarme a la escuela y enseñar a sus hijos altos valores morales, pero no a través del bastón, sino de la obediencia y la integridad. Fue la mejor mujer directiva que conocí. Llevaba una vida de gran integridad, defendía los derechos humanos, era la preferida de los niños pequeños y sabía que nunca viajaba sin un caramelo o una fruta en el bolso. Gracias a mis colegas hombres de la RDC, que me entusiasmaron por no faltar al trabajo a pesar de que sus mujeres les hacían daño al salir del trabajo a altas horas de la noche. ¡De ahí nació esta investigación!
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