Los aditivos se utilizan en los alimentos para que duren más tiempo y para que sepan, parezcan y huelan a algo que no son. Se calcula que cada año consumimos unos 5 kilos de aditivos alimentarios como conservantes, colorantes, blanqueadores, aromatizantes, emulsionantes y estabilizadores en los alimentos que ingerimos. Esto no sólo supone un trabajo extra para nuestro organismo a la hora de eliminarlos, sino que con frecuencia desencadenan ataques de asma; sarpullidos; alteraciones respiratorias; hiperactividad en los niños y, en algunas personas, una sensibilidad anormal a los medicamentos recetados, en particular a la aspirina.
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