En todas las reuniones cristianas o cultos religiosos y, a través de los medios de comunicación, todos los días escuchamos sermones o predicaciones sobre la necesidad de formatos atractivos y contemporáneos, para una nueva generación de adoradores en los atrios y santuarios de las iglesias posmodernas. Vivimos en una era en la que se habla mucho de la adoración, la alabanza, la consagración y la vida en el altar; sin embargo, percibimos el mal testimonio y el falso compromiso en varias áreas del reino de Dios, de quienes tienen la responsabilidad de llevarnos a una verdadera adoración en espíritu y en verdad; y como resultado o consecuencia tenemos una falta de proyección práctica de toda esta demanda bíblica acerca de la adoración, como estilo de vida y no solamente como un ritual religioso. El acto de amor proviene del corazón del hombre, pero la forma de amar al prójimo debe de estar acorde con la voluntad de Dios. Los movimientos carismáticos tienen como objetivo primordial, poner fuego y unción en los corazones de sus seguidores. Pero por no comprender la magnitud del significado de la adoración, muchos entran en ciertos caminos que conducen a la frustración, cuando los resultados no son conforme al propósito deseado. Ser un adorador en esta generación, en nada difiere de las generaciones de verdaderos adoradores que nos precedieron. Las formas o maneras de adorar pueden cambiar, de acuerdo a la cultura y dimensiones sociales, pero la forma de adorar como Dios anhela ser adorado, ¡nunca cambia! Los verdaderos adoradores saben que, siempre y cuando no se distorsione o altere el propósito de la verdadera adoración, no importan las formas de cómo adorar a Dios. Toda adoración genuina primeramente tiene que agradar el corazón del santo y eterno Dios, para que el acto de adorar sea recibido en los cielos como un olor suave y agradable para Él. He presenciado, con mucho pesar y tristeza, tanto las aberraciones como las manifestaciones netamente superficiales sin esencia espiritual que, consecuentemente, han profanado los cultos de adoración al Dios santísimo e incorruptible. Algunos movimientos carismáticos, con sus modas populares del momento, tienen como propósito congregar o reunir a millares de personas con la intención farsante de adorar a Dios. El público, que no está comprometido con el evangelio verdadero y puro de Cristo, usa métodos arbitrarios que atentan contra la santidad de Dios; y, además, presenta un simulacro o copia del genuino culto, que sólo llega a la mente de sus "clientes". "Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne" (Colosenses 2:23). El verdadero evangelio de Jesucristo siempre ha sido lo suficientemente eficaz, para convencer y convertir al pecador. Dios busca verdaderos adoradores en esta generación que no están asociados con los métodos de "modas", estilos y prácticas seculares mundanas. ¡No necesitamos de las armas mundanas!, lo que sí necesitamos son las armas espirituales, para derribar las fortalezas del enemigo; y de esta manera ser capaz de rescatar, con el evangelio legítimo, a los que se pierden a causa de las atracciones de este mundo. Necesitamos con urgencia salir de lo teórico a la práctico; y ser los adoradores fieles de esta generación.
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