La piel humana actúa como una excelente barrera contra las infecciones, siempre que no se rompa (Bhatt et al., 2007). La exposición del tejido subcutáneo después de una pérdida de la integridad de la piel (es decir, una herida) proporciona un ambiente húmedo, cálido y nutritivo que favorece la colonización y proliferación microbiana. Sin embargo, la abundancia y diversidad de microorganismos en cualquier herida se verá influenciada por factores como el tipo de herida, la profundidad, la ubicación y la calidad, el nivel de perfusión tisular y la eficacia antimicrobiana de la respuesta inmune del huésped (Bowler et al., 2001). ).
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