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Este libro trata de nuestra fe, que es un don que Dios en su inmenso amor nos da para nuestro crecimiento personal, espiritual y humano. Aquellos que son humildes y están abiertos para recibir este don en sus corazones, son capaces de hacer frente a los múltiples desafíos de la vida sin desanimarse, sin caer en la angustia o sin sentirse abandonados. Es un acto de humildad que todos tenemos que hacer en este mundo lleno de confusión y orgullo, con el fin de experimentar la verdadera paz que el Señor ha venido a traernos. Este libro está destinado a apoyar a cualquier cristiano que esté…mehr

Produktbeschreibung
Este libro trata de nuestra fe, que es un don que Dios en su inmenso amor nos da para nuestro crecimiento personal, espiritual y humano. Aquellos que son humildes y están abiertos para recibir este don en sus corazones, son capaces de hacer frente a los múltiples desafíos de la vida sin desanimarse, sin caer en la angustia o sin sentirse abandonados. Es un acto de humildad que todos tenemos que hacer en este mundo lleno de confusión y orgullo, con el fin de experimentar la verdadera paz que el Señor ha venido a traernos. Este libro está destinado a apoyar a cualquier cristiano que esté preocupado por la realidad del Último Día, la cual experimentará cada uno de nosotros. Es también una referencia para todos los que están dispuestos a profundizar en su fe para permanecer despiertos y estar preparados para el Señor con la ayuda de las enseñanzas de la fe. No importa que se trate de un intelectual, de un profesor, de un granjero, de una ama de casa, etc.; de una persona joven o adulta. El libro ofrece una presentación de nuestra propia identidad como hijos de Dios. En cada uno existe una dimensión espiritual donde Dios se comunica con nosotros y que nos permite ser llamados hombre o mujer. Es una aberración que algunas personas se tengan a sí mismas como ateas por no creer en Dios cuando, irónicamente, Dios sí cree en ellas y les permite vivir en el mundo que Él ha creado. Cada ser humano debería tomar en serio su condición y su presencia en esta vida para no caer en la mediocridad de no creer. Confundidos con las muchas cosas materiales a las que ellos están expuestos, muchos hombres toman la decisión de no creer en Dios. Lógicamente, esta decisión es una negación de su propia existencia, porque un hombre o una mujer sólo pueden existir en relación con Dios, su Creador. Ninguno de los seres humanos se puede dar vida a sí mismo. Antes que ellos nacieran, alguien superior los ha precedido, de la misma manera que antes de nacer un hijo existen ya su padre y su madre. Así, este libro es una reafirmación de nuestra fe, expresada de una manera muy sencilla y sin ninguna complicación. Este libro es también un recordatorio para nosotros amar a nuestra Iglesia y defenderla a pesar de que haya muchas cosas que nos puedan provocar desencanto. No debemos desanimarnos; al contrario, debemos estar felices de saber el camino que conduce a la paz y a la salvación. La Iglesia se inició con la traición de Judas, que contribuyó a la cruz de Jesús. Este tipo de hechos seguirán estando presentes en nuestra Iglesia, en nuestras comunidades, e incluso en el comportamiento de nuestros líderes. Pero, si Dios está con nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? Jesús nos ha marcado el camino que debemos seguir si queremos estar con Dios nuestro Padre. Mi libro está escrito en armonía con las enseñanzas de la fe católica y el mensaje va directo al corazón de la persona humana. El contenido del libro nos invita a mantener la fe con el fin de comprender mejor nuestro papel en un mundo lleno de violencia y de secularismo. Hemos llegado a ser violentos no sólo con los demás, sino también con nosotros mismos, al elegir creencias y actitudes que no nos ayudan a convertirnos en personas obedientes, humildes y felices. Muchos hombres y mujeres entran en la Iglesia, pero tienen una interpretación errónea de la fe y de la jerarquía. Ellos no están de acuerdo ni contentos con una cosa ni otra. Piensan que pueden escoger y elegir lo que quieran y como quieran. Sin embargo, es importante entender que la Iglesia no es, y nunca ha sido, una democracia. La Iglesia es jerárquica y encuentra su fundamento en la autoridad que el Señor Jesús recibió del Padre. Con esa autoridad, Él dijo a Pedro: " Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará".
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