Para el cirujano son básicos dos principios: saber y saber hacer, conocer la patología quirúrgica en sus bases científicas y en la clínica, pero además, aplicar con precisión la técnica operatoria. La intervención quirúrgica supone una forma de agresión al paciente y sus consecuencias clínicas tienen unas bases fisiopatológicas que deben ser el primer punto de referencia para el cirujano, ya que la situación de inestabilidad transitoria que el paciente posee durante los primeros días después de la operación, puede dar lugar a complicaciones concretas, a las que hay que estar muy atento para su inmediata solución. Por ello, para la asistencia de todos los pacientes en general y de los quirúrgicos en particular, es preceptivo conocer muy bien el metabolismo de la sal, el agua y el equilibrio ácido-base, así como determinadas respuestas metabólicas.