El inconsciente colectivo alberga el patrimonio mental y cultural de los grupos sociales que a través de complejas redes de simbolización, socialización y codificación se convierten más que en un patrimonio cultural, en la razón de ser y de estar en este mundo. Ese universo experiencial ha permitido la re-construcción de ciertos paradigmas visionarios o actitudinales que se han rubricado indeleblemente en la consciencia del individuo y que siguen regulando su contacto cotidiano con su entorno. El mito satisface una necesidad no sólo cognoscitiva, sino además, afectiva, emocional, espiritual y religiosa. El mito cohesiona cualquier comunidad en un contexto histórico socio-cultural determinado. El mito apunta hacia la justificación de un orden social pero también de un caos al que el ser humano no halla razón. En última instancia se puede decir que el mito fomenta un puente entre la humanidad huérfana de sentido del hombre y la divinidad insondable de Dios.