Al transitar por la escuela encontramos conflictos que se han vuelto mediáticos y que, al igual que en la sociedad, tienen como principal dispositivo de regulación las normas y sus sanciones, repitiendo la tendencia de limitarnos a reglamentar los modos de vivir con los demás; mientras la vivencia cotidiana se escapa a tanta normatividad. Niñas y niños, con sobradas razones, nos reclaman a sus cuidadores y educadores mejores condiciones para convivir, para relacionarse como iguales, donde la base de los vínculos no sea un reglamento, sino la diaria preocupación por el bienestar mutuo, por la atención cuidadosa a las necesidades de los demás. Por eso en este texto se recoge la experiencia que se diseñó desde la pedagogía del cuidado, en la cual se quiso darles mayor protagonismo a niñas y niños, escuchar más sus voces; ya que lo frecuente es que sean los adultos quienes hablen en su lugar mientras ellas-os siguen estando sin-voz siendo espectadores de los conflictos que les afectan. La travesía nos convirtió en unos andariegos que en medio de risas y rasguños encontraron algunas voces muy valiosas sobre cómo seguir caminando juntos.