Tradicionalmente la medicina ha justificado la legitimidad de la sedación terminal a través del principio del doble efecto . Sin embargo, hoy la apelación a tal principio resulta ambigua, puesto que se utiliza, tanto para justificar la muerte por compasión (eutanasia), como para aliviar el dolor a través de la sedación. Una consecuencia inmediata en los profesionales de la salud, ha sido la revisión de la finalidad de su perfil vocacional y, por consiguiente, de las responsabilidades éticas que conlleva tal praxis. La identidad de la vocación médica requiere ser dilucidada a partir de una idea de hombre, que asumiendo la condición de enfermabilidad y de muerte, permita identificar el origen y fundamento ontológico de la praxis médica. Y, a partir de esta antropología, reconocer los alcances éticos que conlleva tal praxis. En esta perspectiva desde la bioética actual se asume la antropología, la epistemología y el razonamiento práctico de Pedro Laín Entralgo para tratar el tema dela sedación terminal como buena praxis clínica.