Corozal Bolívar, en la década de los sesenta, era un pueblo como todo pueblo de la Sabana del Caribe, sin calles pavimentadas, sin energía eléctrica, sin acueducto, sin saneamiento, con pocos automóviles, con tres camiones. El agua se reconoce de las lluvias en moyos de barro. Existían dos teatros a los que se le decía cines, con películas rancheras y de vaqueros.Y así éramos felices, caminando descalzos o con abarcas y pantalones cortos.Algo de ello se narra en AÑORANZAS.
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