El debate social sobre las dificultades de convivencia y el aumento de la violencia en los centros escolares tiende más a provocar una mayor alarma social que a ofrecer indicadores para comprender qué es lo que ocurre, en qué dimensión y sobre todo los factores en los que hay que intervenir para erradicar cualquier situación que implique violencia. No se trata de analizar perfiles de agresores o víctimas porque potencialmente todas las personas son susceptibles de agredir, faltar al respeto o rechazar a una persona y a la vez recibir este mismo trato por parte del grupo. Es preciso valorar, en primer lugar, que el centro educativo es un lugar de aprendizaje y que las personas profesionales que lo gestionan tiene la responsabilidad de favorecer este aprendizaje igual que el de otras materias. Su rol es fundamental como líderes del grupo para hacer posible que sea un lugar de bienestar para todos sus miembros sea cual sea su característica cultural, física, cognitiva o social. La convivencia sólo será posible si se ofrecen situaciones que de forma natural no se darían, se gestionan las respuestas y conflictos, se estimula la comunicación y se garantiza el respeto.