Si algo ha caracterizado a la narración mitológica durante el siglo XX ha sido su flexibilidad, su capacidad de adaptación. Creado por el hombre, el mito le ha acompañado, transformándose en una herramienta de ajuste ante las nuevas situaciones que el mundo imponía. Como tal ha sido captado y plasmado, con diversa intencionalidad, desde todos los órdenes de la creación y el saber humanos. Ningún argumento podrá acreditar mejor en estas líneas lo que en la realidad cotidiana podemos discernir diariamente. Cualquiera de nosotros, prestando una mínima atención, podrá detectar en su entorno inmediato, esta hiper-difusión de todo lo mitológico, vulgarizado su sentido en algunos casos, recreado y enriquecido en otros. Las artes plásticas contemporáneas no han sido ajenas a todo ello siendo, junto a la literatura, terreno abonado dentro de las manifestaciones artísticas para la emergencia de mitologías personales, de neo-mitos, de transferencias mistificadoras, recreaciones temáticas y subversiones iconográficas, siempre bajo condiciones y parámetros de plena actualidad.