En la segunda mital del siglo XVI la Poética de Aristóteles, por motivos literarios, políticos y religiosos, despierta un enorme interés en la Italia renacentista. Autores como Segni, Maggi, Scalígero, Minturno, Castelvetro, y muchos otros, traducen, comentan, parafrasean, completan, etc., la obra de Aristóteles, que se analizaba en las Academias literarias de las principales ciudades italianas. La Poética toscana del Señor Antonio Sebastiano Minturno, cuya traducción presentamos, fue publicada en 1564 por G. Andrea Valvassori y había sido terminada un año antes, según dice su página final. Trata de los preceptos Heroicos, Trágicos, Cómicos, Satíricos y de toda otra Poesía; desarrolla una doctrina completa sobre los Sonetos, las Canciones y todas las Rimas Toscanas, tal como las ha hecho Petrarca, y expone las doctrinas de Aristóteles, Horacio y otros autores griegos y latinos que han escrito para enseñanza de los Poetas. El texto va precedido de dos Índices, uno de los temas y otro de las cosas memorables que cita; además lleva anotaciones marginales (postille), claras y breves, puestas por Valvassori. La Poética toscana es la primera escrita en lengua vulgar; va dispuesta en cuatro razonamientos o diálogos que Minturno sostiene con cuatro amigos, Vespasiano Gonzaga, Ferrante Carafa, Angelo Constanzo y Bernardino Rota, todos ellos poetas y expertos en el arte y en la teoría literaria. Los interlocutores piden a Minturno que explique en lengua vulgar las ideas y preceptos que había expuesto en latín en su obra El Poeta. Minturno hace lo que le piden sus amigos, pero además da un giro a su postura: más platónica en El Poeta, más aristotélica en la Poética toscana, probablemente a causa de las nuevas doctrinas de Trento. Destacamos el segundo diálogo sobre la Poesía escénica que recoge las teorías aristotélicas sobre la tragedia y formula una teoría paralela de la comedia. El deseo de completar la Poética de Aristóteles con la teoría de la comedia, que se supone perdida, procedía del deseo de justificar el gusto por las comedias de Terencio que se representaban con enorme éxito en los palacios italianos de la época, y mostrar que no son obras frívolas, sino ejemplo de costumbres. Destacamos también el cuarto diálogo dedicado a explicar la lírica de ¿los nuestros¿, es decir, de los poetas que escribieron en lengua vulgar, los sicilianos y los toscanos, principalmente Petrarca. No estamos ante un tratado sistemático, pero sí bastante completo, que recoge lo que se conocía de teoría literaria en la época.
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