La tendencia actual de la formación profesional es integrar la preparación de los ciudadanos para el proceso productivo y para la vida en sociedad, lo que exige que las escuelas impartan una enseñanza basada en una sólida base de conocimientos científicos combinada con una formación general y cultural. Esta realidad, que impregna las instituciones de formación profesional, refuerza las posibilidades de construir una nueva forma de responder a las demandas sociales de empleo y generación de ingresos, combatiendo la exclusión social y promoviendo simultáneamente el desarrollo de la ciencia y las nuevas tecnologías. Se plantea entonces un dilema en la vida del gestor de un centro público de formación profesional: ¿cómo puede estar seguro de que sus cursos responden a las demandas de la sociedad? Una forma de responder a esta pregunta es someter sus cursos a procesos de evaluación continua o, como se concibe en este documento, de autoevaluación.
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