La pulpa dental sucumbe con frecuencia a enfermedades irreversibles causadas por caries, traumatismos, anomalías congénitas o consecuencias de procedimientos dentales anteriores. Cada año se salvan millones de dientes de este tipo mediante un tratamiento de conductos. Si bien este procedimiento tiene mucho éxito en muchas situaciones, los dientes con ápices inmaduros presentan algunos retos específicos. La instrumentación, la desinfección y el sellado del conducto radicular son técnicamente más difíciles de realizar en estas circunstancias. Además, dependiendo del grado de maduración de la raíz, las finas paredes del conducto radicular pueden hacer que el diente sea débil y susceptible de fracturarse.
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