La población de Beni, en el este de la RD del Congo, vive desde hace algunos años un calvario que no dice su nombre. El gobierno congoleño y sus numerosos socios intentan, sin éxito por el momento, derrotar a un grupo armado de origen ugandés, el ADF/MTM, un grupo islamista leal a Daesh. Esta región también incluye otros grupos armados congoleños que constituyen enclaves o estados dentro de un estado. Las operaciones a gran escala iniciadas en octubre de 2.019 continúan en paralelo con las masacres. En un año, más de mil personas han muerto, vidas cortadas sin razón. ¿Por qué la tragedia de Beni no está en la agenda del gobierno y de la comunidad internacional cuando se trata de crímenes graves? La falta de atención exige una mezcla que no permite identificar y castigar a los autores que se benefician de esta violencia.
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