Lewis considera que el mundo islámico está atrapado en una lucha interna sobre la mejor manera de abordar y, en última instancia, resolver los problemas endémicos de muchas de sus sociedades: a saber, la pobreza generalizada, la desigualdad económica extrema, la prevalencia del gobierno de gobernantes despóticos y la incapacidad de seguir el ritmo de las economías emergentes. La crisis se refiere a la elección que enfrenta el mundo islámico entre dos soluciones diametralmente opuestas. Oponiéndose a los que dentro del Islam argumentan a favor de la difusión continua y pacífica de las libertades económicas y políticas como medio para resolver estos problemas están los diversos movimientos fundamentalistas musulmanes, en particular el wahabismo, que culpan de todos estos males a cualquier modernización e influencia occidental que el mundo islámico ya haya abrazado, y abogan por un rechazo sin reservas de Occidente. Este rechazo incluye la violencia contra los países e intereses occidentales, y muy especialmente la violencia contra los gobernantes musulmanes "impíos" que han adoptado las formas "occidentales". Los fundamentalistas buscan el establecimiento de Estados y sociedades basados en la ley islámica y las costumbres tradicionales.
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