Históricamente las mujeres hemos sobrevivido gracias al apoyo de las demás: una tía que se queda con las criaturas mientras la otra lava, una amiga que acoge a otra en casa dándole protección o una vecina que brinda un abrazo que junta todas las partes que se habían roto. Juntas compartimos estrategias, nos escuchamos y nos apoyamos. Necesitamos crear espacios de protección, afectividad y goce que sean nuestros, donde cuidarnos y reconocernos las unas a las otras. Cuando tejemos redes de hermandad, de confianza y de complicidad entre nosotras, nos hacemos fuertes a nivel individual para enfrentar lo que nos oprime y nos daña. Porque no estamos solas, porque somos con las demás. Porque juntas somos fuertes. Porque la manada acoge, da calor y seguridad ante los sonidos de la noche. Y esta vez, se reúne para danzar.