La primera vez que visité la comunidad afro ecuatoriana de Playa de Oro quedé impresionado por la riqueza natural de estos bosques tropicales pero también, por el legado que dejó allí a su paso, uno de los programas de conservación más grandes que se han ejecutado en mi país, Ecuador. Esta pequeña comunidad constituye sin duda alguna, uno de los mejores lugares para estudiar a profundidad todo aquello que debemos dejar de hacer en el ámbito de la conservación y donde deberíamos empezar a ensayar un nuevo modelo acorde a nuestra identidad y diversidad latinoamericana. A partir de la penosa realidad actual de estas personas y de los bosques donde habitan, es posible descubrir una nueva fórmula sin embargo, se requiere sin duda alguna, de algo más que solo dedicarnos a esperar a que desde los países desarrollados nos envíen las supuestas recetas. En ese contexto, espero que este pequeño esfuerzo pueda despertar más conciencias antes que no nos quede nada que conservar en nuestras tierras y que para disfrutar de la naturaleza no tengamos otra opción que visitar Yelowstone.