Desentrañar, habitar, descubrir el silencio en esta época nuestra de bullicio y espectáculo banal es una verdadera gratuidad. La poesía de José Miguel Rodríguez Zamora parte de lejanas tradiciones místicas: aparece el llamado de la Noche Oscura de San Juan de la Cruz; sentimos el hondo amor de Rumi y evocamos a un Dios, que acaso el poeta encontró en el contacto con la inteligencia suprema. Son poemas muy hondos, estamos escuchando con la inteligencia del corazón a un hombre que nos habla de los cielos que perduran, que deberían perdurar. Acaso esta racionalidad de occidente con su retórica de guerra quede alguna vez como un lejanísimo eco y entonces el amor sea uno solo, el humano y el divino. Los poemas deben leerse una y otra vez. Quien escribe lo hace no solo desde una conciencia superior. Se puede palpar a través de todo el poemario una exquisita cultura, que por desgracia, ha sido abandonada en mucha literatura que se publica. Cuando José Miguel llama a la amada, cuando en ella se solaza, nos lleva al Cantar de los Cantares, nos evoca la Noche Oscura, a través de su voz nos embriaga Rumi. Al mismo tiempo la visión del Buda está presente. Leer estos poemas también es enfrentarse a la paradoja del "koan" que se practica en esa evolucionada mirada del budismo zen. >MÍA GALLEGOS
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