Educar es una tarea difícil, porque implica no solo trasmitir conocimientos sino desarrollar habilidades, actitudes, valores, en fin contribuir al crecimiento del otro. Pensar en la educación enfocándonos en la relación de pareja o en las relaciones familiares, se hace muy complejo porque sobre la convivencia no existen recetas y las reglas de la familia la definen sus propios miembros. No obstante, como seres humanos, en cada interacción que tenemos podemos estar educando. Desde la casa tenemos la responsabilidad de educar y cuidar a nuestros hijos, pero también formar pareja es un proceso de educación mutua, continua y de responsabilidad, en aras de la armonía y el bienestar de todos los que conviven bajo el mismo techo.
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