Conseguir la igualdad real y efectiva entre mujeres y varones, es hoy una prioridad y requisito imprescindible para poner punto y final a la discriminación, a la injusticia y a la desigualdad que sufren las mujeres de todo el mundo (sin distinciones en edad, nivel económico, formación o cultura) por el simple hecho de serlo. A pesar de los avances legales y el reconocimiento jurídico (a nivel nacional e internacional) de género, todavía subyacen desigualdades e injusticias, en las prácticas sociales, en los productos culturales o en las relaciones familiares. La causa tiene su origen en prejuicios y tradiciones ancestrales que legitiman una estructura social patriarcado- basada en la dominación/sumisión de los sexos. Esta estructura no puede seguir manteniéndose pues atenta contra los principios democráticos sobre los que se asienta todo Estado de derecho. Para paliar esta situación, la intervención educativa es clave, puesto que de esta forma se actúa sobre la raíz cultural y social del problema, posibilitando la construcción de nuevas formas de convivir y de compartir el mundo.