Durante los años ochenta el coleccionismo de arte contemporáneo en Madrid experimentó un auge sin precedentes. Surgió una nueva hornada de coleccionistas pertenecientes en su mayor parte al mundo empresarial y artístico que con entusiasmo fueron creando colecciones. Una parte sustancial de ese coleccionismo fue especulativo. Las colecciones de altura son excepcionales. Predominan las colecciones a pequeña escala fundamentalmente de pintura española contemporánea antes que de arte internacional. No existe un arquetipo de coleccionista de arte contemporáneo aunque predominan abrumadoramente los varones de profesiones liberales, con edad oscilante entre los treinta y los sesenta años, cultos y con cierta holgura económica. Fatalmente representan un sector muy minoritario de la sociedad, una sociedad que todavía experimenta un cierto recelo hacia el arte contemporáneo y su coleccionismo.