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La única manera de vivir, amar y ser feliz sin llegar a viejos... es mantener siempre una mente positiva, un espíritu creativo y una predisposición insobornable para mantenernos en permanente acción espiritual y humana, ya que la decrepitud de la ancianidad o lo que llamamos vejez viene por la inactividad, tal como no lo enseñara el famoso y renombrado pintor renacentista Tiziano en este hermoso ejemplo, ya que le escribió al Rey de España, diciéndole: "Tengo 95 años y pinto mejor que nunca." El Rey lo contrató y en tres años pintó la famosa "Batalla de Le panto" que es inmortal. Y el secreto…mehr

Produktbeschreibung
La única manera de vivir, amar y ser feliz sin llegar a viejos... es mantener siempre una mente positiva, un espíritu creativo y una predisposición insobornable para mantenernos en permanente acción espiritual y humana, ya que la decrepitud de la ancianidad o lo que llamamos vejez viene por la inactividad, tal como no lo enseñara el famoso y renombrado pintor renacentista Tiziano en este hermoso ejemplo, ya que le escribió al Rey de España, diciéndole: "Tengo 95 años y pinto mejor que nunca." El Rey lo contrató y en tres años pintó la famosa "Batalla de Le panto" que es inmortal. Y el secreto de vivir mucho tiempo y lúcidamente, consiste en forjar hermosos ideales y tratar de vivir sin maratones, serenamente sin vivir contra-reloj y sin luchar contra el tiempo y salvando las dificultades que se presenten con tranquilidad y optimismo. A la vez que debemos seguir el sabio pensamiento del filósofo alemán Hegel: "La vida tiene su valor, sólo cuando hacemos que valga la pena vivirla." Vivir moralmente que equivale a vivir muchas veces, cimentados en los valores y practicando las pequeñas virtudes que nos hacen personas especiales, nos hacen vivir también más apreciados por los demás y sentirnos útiles y seres sociales integrales, y por ende alcanzamos un mejor índice de vida y nos hacen mantener por fuera de los lances escabrosos y de las aventuras peligrosas, puesto que aprendimos que la primera naturaleza de una persona sensata son las virtudes que a la vez sirven de ejemplo. Y las virtudes deben ser comunes al pueblo como a los mandatarios si se practica una auténtica democracia y nos han legado una sapiente cultura social y humana, y cuando aprendemos además que no hay otra ganancia ni otro éxito superior, ni más espiritual y humano que el éxito y las ganancias de los demás, cuando uno ha sido ese gran artífice, ya que ello nos hace sentir útiles y remozar el alma y el corazón. Sabemos, por otro lado, que hay que aprender a ser viejos, porque no se llega de golpe. Es toda una pedagogía que debiéramos ir recibiendo del mundo de los seres más maduros. Aprender a encontrar en la imagen del anciano la figura de un dios humanado, del sabio, del buen consejero, del que lleva consigo toda una experiencia de la vida. Educar a las gentes para que los ancianos estén insertos en el lugar que les corresponde dentro de la familia como lugar de amistad y de encuentro; no marginándolos, ni pensando que son seres ya inútiles, que molestan o que estorban. La sociedad, hasta ahora, ha dado una gran importancia al mundo de la pediatría y de la superficialidad, sin reparar demasiado en la geriatría y mucho menos en la sabiduría. Es aquello de pensar que vale más preparar una buena máquina para que rinda mucho, pues se piensa que una máquina vieja ya no produce y hay que retirarla. Un niño es un proyecto que no sabemos si querrá o podrá realizarse aunque es muy plausible todo lo que se haga por él. El viejo, cargado de vida, de sabiduría, de sufrimientos, de experiencia, de constancia y de vencimientos... para ser honesto toda una existencia, es todavía más digno: es una realidad que, en un orden ontológico, tiene más peso que una pura posibilidad como lo afirman los estudiosos de la larga existencia humana que puede superar los 120 años con una buena calidad de vida y de amor. Los hombres, seres temporales, tenemos el presente. Sabemos cuando nacimos, y a partir de esta fecha sumamos años; pero no sabemos cuando moriremos. Si supiéramos esta fecha, iríamos restando años. Desde este punto de vista, un joven es más viejo -está más cerca de la muerte- que un viejo que convive con él y el que ya ha creado sus propias defensas, porque si ha pasado su media centuria tiene cuerda para muchos años más. Tenemos que reflexionar en el hecho de ser dueños tan sólo del presente; es decir, de las cosas tal como son. Con una simultánea convivencia de gentes de distintas edades que tienen que encon
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