La enfermedad renal crónica (ERC) está aumentando en todas las etnias. Las pruebas también ponen de relieve que esta enfermedad afecta negativamente a la calidad de vida y tiene enormes repercusiones económicas en el sistema sanitario por la prestación de asistencia a los pacientes. Así pues, es de suma importancia idear estrategias que prevengan la ERC y retrasen la pérdida progresiva de la función renal en la población en general. Los científicos biomédicos tienen ahora un papel más activo y amplio que desempeñar con respecto al seguimiento. Si bien existen directrices sobre el cribado y la monitorización de la medicación anticoagulante, tal vez sea necesaria una mayor colaboración en la monitorización de los principales TSI que reciben los pacientes postrasplante. Los especialistas de la práctica clínica y de laboratorio deben reunirse para determinar qué biomarcadores serían específicos para el seguimiento de los títulos de TSI. Los individuos con alto riesgo de ERC necesitan una mejor «preparación» y es imprescindible una derivación precoz a la atención secundaria para obtener el mejor pronóstico. Además, la utilidad de los biomarcadores para controlar la inmunosupresión postrasplante tiene que ser más específica para los pacientes postrasplante.
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