Enlazar la práctica docente cuando la formación disciplinar no es pedagógica, es una tarea compleja. Poco tiempo se ha de pasar frente a las aulas para descubrir que métodos tradicionalistas y rígidos con los que fuimos formados no tienen cabida en un espacio de constante formación: el conocimiento, las relaciones entre estudiantes y de éstos para el docente. Todo ello conlleva a un momento de reflexión donde caben todas las preguntas pero donde no se tienen las respuestas. ¿Cómo reconocer cuáles propuestas, experiencias o modelos son los más adecuados para transformar prácticas educativas? ¿Qué criterios emplear para valorar estas propuestas? ¿Cómo adquirir las competencias docentes que nos permitan intervenir en el aula? ¿Qué estrategias emplear para transformar nuestras prácticas educativas actuales? ¿Cómo aprender a partir del reconocimiento de nuestros errores? ¿Cómo incorporar estos aprendizajes a nuestra formación permanente? Al margen de la divulgación que el concepto de competencia implica, pero a la vez de trillado que para algunos expertos suele representar.