Una buena gestión y un buen conocimiento de una organización implican, en primer lugar, el dominio de las herramientas de gestión que permiten al directivo ejercer un control directo sobre las operaciones realizadas. Por otra parte, en cuanto la empresa crece en tamaño y la gestión se vuelve compleja, exigiendo la división de funciones, el directivo recurre a la delegación de tareas, responsabilidades y competencias a través de centros de responsabilidad descentralizados. De este modo, el directivo debe implantar herramientas que le permitan recabar la información necesaria para tomar decisiones y asegurarse de que éstas se siguen y respetan. El control se ejerce en todos los niveles de la organización, es decir, en el nivel estratégico para garantizar el control estratégico, en el nivel de la dirección de línea para garantizar el control de gestión y en el nivel del centro operativo para garantizar el control operativo.
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