Si bien la dinámica relacional de los grupos evangélico-pentecostales se construye entre un "deber ser" enunciado y una serie de prácticas que lo contradicen, y por lo tanto se presenta una realidad signada por tendencias superpuestas de unión/fragmentación, relaciones simétricas/asimétricas, control social/contención, sus modalidades de relacionarse hacen a la consolidación de un tipo de orden social que legitima el ejercicio del poder y las relaciones de control, pero asimismo contribuye a la reproducción de las redes sociales que ellos mismos construyen y de estos grupos, que oscilan permanentemente entre dos mundos: el espiritual y el terrenal.