Es bien sabido por todos que la denominada conducta antisocial constituye, desafortunadamente, un tema de relevancia social indiscutible en la actualidad, no sólo por las graves consecuencias que a nivel social, familiar, escolar o jurídicamente conlleva, sino también, por los efectos tan devastadores que acarrea al propio adolescente. La creciente implicación de los jóvenes en este tipo de conductas, junto con los costes personales, sociales y económicos que conllevan, han suscitado el consenso sobre la necesidad de buscar solución a estos problemas. Así, diferentes profesionales de la salud y de la educación, entidades oficiales y políticas entienden que el potencial más prometedor para resolver este problema reside en el desarrollo de programas de prevención. Son muchos los problemas que hoy por hoy rodean la investigación y prevención de la conducta antisocial. Por esto, su análisis debe ser llevado a cabo con el mayor encomio y dedicación por cuanto que sus resultados nos deberían guiar, cuanto menos, a distinguir entre adolescentes en mayor o menor riesgo de conducta antisocial y, así, poder diseñar específicamente diferentes líneas de prevención e intervención.