Cualquier estrategia relacionada con orientar la valoración y conservación de nuestro Patrimonio Arquitectónico no consiste únicamente en generar un conjunto de antecedentes que informen el quehacer en torno a los bienes para que perduren en el tiempo. Se trata además de sistematizar esa información, transformarla en conocimiento para ponerla al servicio de la sociedad, y así, orientar y llevar adelante una gestión con participación de todo el colectivo social, que le permita a la comunidad local, nacional e internacional hacer uso y goce de dichos bienes. Tenemos entonces a la sociedad preocupada de conservar el legado cultural arquitectónico que se manifiesta en edificios, conjuntos y paisajes urbanos, especialmente apreciados por constituir una manifestación material de sociedades más o menos antiguas. Pero si nos detenemos a observar cualquier ciudad, resulta que existen tantos edificios, lugares y paisajes antiguos, posibles de ser considerados patrimonio, que el objetivo primero, en el sentido de legar aquello que posee un valor cultural, puede desvirtuarse. ¿Cuáles, de esas manifestaciones, poseen realmente un valor patrimonial y podrían transformarse en un activo cultural?