La movilización internacional por el respeto a los derechos humanos en razón a la invasión del territorio tibetano por parte del gobierno de la República de China, se realza a partir de la distinción del XIV Dalai Lama con del premio Nobel de paz en 1989, lo que ilustra bien las estrategias idealistas para estructurar el sistema internacional sobre parámetros morales que incluyan la autodeterminación de los pueblos, es decir la independencia del Tíbet. Sin embargo, este espíritu autonomista choca con las medidas realistas del Estado representado por el gobierno central chino, enfocado en los intereses de desarrollo económico y la soberanía nacional, que le ha hecho prohibir la reencarnación a todos aquellos budistas que vivan por fuera de la República, mediante el Decreto emitido en 2007. Ello pone en manifiesto el deseo de abolir el sistema Tulku, vigente al interior del budismo tibetano desde el siglo XI y el anuncio hecho por el Dalai Lama desde el año 2007, respecto de la posibilidad de efectuar su 15° reencarnación en el cuerpo de una mujer.