La existencia de mercados campesinos se desarrolla desde tiempos inmemoriales, esta forma de intercambio ha sido tradicional de los pueblos que desarrollaban una cultura productiva vinculada a la agricultura y la ganadería. En Argentina, desde la época colonial y más atrás en el tiempo, se han desarrollado ferias de intercambio, propiciando la consolidación de una identidad colectiva que no es solo local, sino que forma parte de una identidad latinoamericana. En la década de 1990, frente a la crisis socioeconómica y política, los campesinos generaron formas de resistencia entre las cuales surgieron en el nordeste argentino las ferias francas, experiencia fue consolidándose merced a la presencia de un Estado que aportó recursos económicos, capacidad técnica y normas legales. Estas experiencias de comercialización local se inscriben en lo postulado por Schumacher, quien ante las nociones de que el crecimiento es bueno y de que más grande es mejor, planteaba que lo pequeño es hermoso. En el camino de construir soberanía alimentaria, esta modalidad de comercialización hace su aporte para consolidar cadenas cortas, evitando la intermediación, acercando al productor con el consumidor.