Los contaminantes atmosféricos tóxicos, también conocidos como contaminantes atmosféricos peligrosos, son aquellos contaminantes de los que se sabe o se sospecha que causan cáncer u otros efectos graves para la salud, como efectos reproductivos o defectos de nacimiento, o efectos ambientales adversos. La EPA colabora con las administraciones estatales, locales y tribales para reducir las emisiones de 188 contaminantes tóxicos del aire al medio ambiente. Las personas expuestas a contaminantes atmosféricos tóxicos en concentraciones y duraciones suficientes pueden tener una mayor probabilidad de contraer cáncer o experimentar otros efectos graves para la salud. Estos efectos sobre la salud pueden incluir daños en el sistema inmunitario, así como problemas neurológicos, reproductivos (por ejemplo, reducción de la fertilidad), de desarrollo, respiratorios y de otro tipo. Además de la exposición por respirar sustancias tóxicas del aire, algunos contaminantes tóxicos del aire, como el mercurio, pueden depositarse en el suelo o en las aguas superficiales, donde son absorbidos por las plantas e ingeridos por los animales, y acaban magnificándose a través de la cadena alimentaria. Al igual que los humanos, los animales pueden sufrir problemas de salud si se exponen a cantidades suficientes de tóxicos atmosféricos a lo largo del tiempo.
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