El uso de nombres de usuario y contraseñas alfanuméricos ha sido una práctica habitual para la autenticación. Sin embargo, con la evolución de las exigencias de seguridad, este método ha mostrado importantes inconvenientes. Por ejemplo, los usuarios tienden a elegir contraseñas fáciles de adivinar. Por otro lado, si una contraseña es difícil de adivinar, suele ser difícil de recordar. Para solucionar este problema, podemos utilizar un método de autenticación alternativo que utilice imágenes como contraseña. Las contraseñas gráficas se han propuesto como una posible alternativa a los esquemas basados en texto, motivadas en parte por el hecho de que los humanos pueden recordar mejor las imágenes que el texto; estudios psicológicos apoyan esta suposición. Las imágenes suelen ser más fáciles de recordar que el texto. Además, si el número de imágenes posibles es suficientemente grande, el espacio de contraseñas posibles de un esquema de contraseñas gráficas puede superar al de los esquemas basados en texto y, por tanto, ofrecer presumiblemente una mayor resistencia a los ataques de diccionario. Debido a estas ventajas, existe un interés creciente por las contraseñas gráficas. Además de las aplicaciones de inicio de sesión en estaciones de trabajo y en la web, las contraseñas gráficas también se han aplicado a cajeros automáticos y dispositivos móviles.
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