El acceso a la tierra y su control varían en función del nivel de vulnerabilidad de los hogares rurales. Los menos vulnerables tienen las mejores tierras en términos de superficie y fertilidad. Los más vulnerables tienen un acceso limitado a las tierras de cultivo. Ya no controlan este capital productivo vital debido a su extrema vulnerabilidad, que les obliga a pignorarlo, alquilarlo o venderlo. Así pues, la situación de la tierra sigue siendo muy difícil para la mayoría de los hogares de Yan Dari, en el centro-sur de Níger: el 16% de los hogares controlan el 42% de la tierra. Esta pequeña franja de la población aprovecha los nuevos métodos de acceso a la tierra creados por la monetarización de la economía para desposeer de sus explotaciones a los grupos de bajos ingresos. La producción agrícola sigue la lógica del acceso a la tierra y su control. Los hogares menos vulnerables representan más del 50% de la producción total. Disponen de grandes excedentes, sobre todo de cultivos alimentarios, con los que especulan. Por el contrario, los hogares más vulnerables sufren una escasez crónica de alimentos y están atados al ciclo de endeudamiento impuesto por la primera categoría.
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