El Convictorio San Carlos de Lima, fundado en 1771 bajo el gobierno del Virrey Amat y Junient. Fue uno de los centros de influencia ilustrada española más importantes del Perú. Frente a la anquilosada formación escolástica subsistente en la Pontificia Universidad San Marcos, el currículo educativo del Convictorio Carolino insufló a la sociedad peruana de fines del siglo XVIII de propuestas académicas que, sin proponérselo inicialmente, allanaron el camino para la justificación de una progresiva autonomía ante el gobierno de la metrópoli peninsular. La figura descollante aquí fue el sacerdote diocesano Toribio Rodríguez de Mendoza, quien fuera su rector desde 1787 a 1817. Se retiró del rectorado durante el gobierno de Joaquín de la Pezuela, penúltimo virrey. En el ocaso de su vida Rodríguez de Mendoza presidió en 1822 las sesiones preparatorias al Primer Congreso Republicano del Perú, y finalmente elegido Rector de la Universidad San Marcos hasta 1825, año de su deceso. Reabierto durante los primeros años republicanos, el Convictorio inició un precario desarrollo académico y económico hasta la llegada al rectorado de Bartolomé Herrera, en 1840, iniciando otra etapa, otra historia.