El ser humano puede razonablemente creer que procede de Dios, que se sostiene en Él y que será eterno junto a su Creador. Sin embargo, si bien el hombre necesita del tiempo y del espacio para cumplir su ciclo vital, Dios no puede estar encadenado, de manera similar a su criatura, al preciso instante que vive la sociedad mundial en un momento determinado. ¿Cuál sería, entonces, la gran consecuencia de que Dios esté efectivamente por encima del tiempo y del espacio? Pues que todos somos desde siempre y para siempre. Que cada hombre está en el momento y en el lugar que le corresponde.