Preparar, apuntar, tensar y disparar. Se tardaba más en pensarlo que en hacerlo, y eso Eyrin lo sabía muy bien. El destierro parecía un castigo muy severo por haberse dejado llevar por sus emociones, pero nadie habló a su favor en su juicio, ni siquiera su familia. Como el arco que acababa de disparar, el temblor inicial se había apaciguado y ahora solo quedaba el vacío y la incertidumbre. ¿Qué haría ahora? Debería sentir ira, querer vengarse de aquellos a los que antes había considerado iguales, y sin embargo solo le preocupaba encontrar dónde encajar. ¿Existiría un lugar así, en el que no tuviera que reprimirse?
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