A las víctimas que regresaron del cautiverio y me contaron sus dolorosas vivencias. A los familiares de las víctimas que jamás volvieron y compartieron conmigo su dolor. A los colegas periodistas que de una u otra manera me colaboraron en esta investigación. A Camilo González Posso, a quien cuando le conté el proyecto de publicar este libro, inmediatamente visualizó la importancia del mismo para la memoria histórica nacional. Al artista y amigo Mario Ayerbe, quien me permitió utilizar sus ilustraciones en esta publicación. A la memoria de mi padre que con su ejemplo inculcó en mí el amor por la escritura. A mi madre y mi hijo quienes me excusaron por no estar presente durante los años entregados a la culminación de esta obra.