César Vallejo, pese a lo que se diga, murió de paludismo, murió de pobreza, en París, una tarde de aguacero, casi como él predijo, pero sus poemas nos quedan como una torrentera de vanguardia que nos despista y nos anonada. Seguramente, casi antes que Huidobro, fue el primer poeta vanguardista que dio Latinoamérica, él que construyó todo un telar de palabras alrededor de la ideas obsesiva del amor y la muerte, porque él fue amor y muerte al mismo tiempo (murió muy joven), y así determinó toda una época de palabras que buscaron no otra cosa sino la salvación del hombre por el hombre mismo, porque Vallejo fue un tiempo de dolor, una luz apagada, una escritura de verso triste, pero maravilloso. Roland Barthes dijo aquello de escribir es un verbo intransitivo , esto se da en Vallejo, una intransitivitad de cuerpo y alma, echada hacia delante, con todos los golpes que la vida va dando: hay golpes en la vida , con todo un lenguaje de nervaduras inquietas que va corroyendo las lentejuelas de los días, porque vivir quizá ya no valiera la pena, tan sólo escribir y escribir poemas, en París o en Perú, en Santiago de Chuco o en Trujillo, daba lo mismo, pero se trataba de escribir, para salvar la cara y los artículos indeterminados. Vallejo ocurre que murió de paludismo.
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