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Muchas casas he visto en mi vida: grandes y pequeñas, de piedra y de madera, viejas y nuevas; pero una de ellas llevo especialmente grabada en la memoria. En realidad, no es una casa sino una casita. Pequeña, con un solo piso y sus tres ventanas, se asemeja atrozmente a una viejecita encorvada y tocada de una cofia. Blanqueada por fuera y con un tejado de tejas y una chimenea rota, está sumergida en el verdor de las acacias, de los sauces y de las moreras, plantados un día por los abuelos y los bisabuelos de sus actuales propietarios. No se la distingue entre la masa de verdor; verdor que,…mehr

Produktbeschreibung
Muchas casas he visto en mi vida: grandes y pequeñas, de piedra y de madera, viejas y nuevas; pero una de ellas llevo especialmente grabada en la memoria. En realidad, no es una casa sino una casita. Pequeña, con un solo piso y sus tres ventanas, se asemeja atrozmente a una viejecita encorvada y tocada de una cofia. Blanqueada por fuera y con un tejado de tejas y una chimenea rota, está sumergida en el verdor de las acacias, de los sauces y de las moreras, plantados un día por los abuelos y los bisabuelos de sus actuales propietarios. No se la distingue entre la masa de verdor; verdor que, dicho sea de paso, no la impide ser una casita de la ciudad. Su ancho patio es uno más entre la fila de patios, también anchos y llenos de verdor, que forman la calle Moskovkaia. Nadie va nunca en vehículo alguno por aquella calle y es raro que alguien transite por ella. Las persianas de la casita están siempre entornadas. Sus inquilinos no necesitan luz, no les hace falta. Las ventanas de la casita no se abren nunca, porque a los inquilinos de la casita no les gusta el aire puro. Las gentes que viven siempre entre moreras, acacias y bardana, son indiferentes a la Naturaleza. Tan sólo a los veraneantes concedió Dios capacidad para comprender sus bellezas, mientras el resto de la Humanidad permanece sumido en la más profunda ignorancia con respecto a ellas. Las gentes no dan valor a aquello de lo que son ricos, y, por si fuera poco, no sabemos amallo que tenemos. Alrededor de la casita hay un paraíso terrestre, todo es verdor¿, viven alegres pájaros¿ Y, en cambio, dentro de la casitä ¡Ay!¿ Durante el verano, en su interior, la atmósfera es sofocante y agobiadora; durante el invierno hace el mismo calor que en un establecimiento de baños. Hay tufo, aburrimiento y aburrimiento¿ Hace ya mucho que, con motivo de un asunto, visité por primera vez esta casita. Estaba encargado por su dueño, el coronel Chikamasov, de saludar de su parte a su mujer y a su hija. Me acuerdo perfectamente de esta mi primera visita. No es posible dejar de recordarla.
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