Los Cuentos sacroprofanos de Pardo Bazán resultan un compendio revelador de las diversas tendencias estéticas que se mezclan en el XIX, menos contrapuestas de lo que en general se ha dicho. En la escritora gallega se refleja la tensión propia de su siglo entre lo sacro y lo profano. En este conjunto de relatos se muestra un interés explícito por contrastar el mundo profano y el sacro. El primero de estos que tiende a ser más realista y contemporáneo y el segundo se inclina hacia el simbolismo y el pasado. En el prólogo Pardo Bazán reconoce que los Cuentos sacroprofanos contienen páginas acentuadamente naturalistas, al lado de otras saturadas de idealismo romántico. Yo sé que todas son verdad (...) Vida es la vida orgánica y también la psíquica. Este es el caso del cuento La Borgoñona ambos aspectos están conjugados sabia y bellamente. Este relato, ambientado en el siglo XIII, narra las hazañas de una joven que se hace peregrina. Imita el ejemplo de un franciscano que pasa por su granja (una figura de penitente-modelo que adquiere ambiguas connotaciones demoníacas). En los ojos de la Borgoñona, que mira con arrobado éxtasis al peregrino al comienzo de la historia, y en el de la narradora que transcribe su aventura, se plasma un medievalismo idealizante, recreador de su belleza estética. Mientras, el padre considera al penitente un mendigo desharrapado y loco y se niega a tenerlo en su casa. Así se nos revela los ojos desmitificadores que emplea a veces el realismo-naturalismo para observar el Medievo.
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