Me acuerdo, existió una vez, alrededor de una humilde casita, envestida de cabras y gallinas, ovejas algunos burros. Unos perros muy buenos cazadores 'pastores', algunos pericos domésticos y salvajes entre otras busarañitas aves y demás, un preciado ''Árbol de Cují''. Fue aquel duro ¡madero viviente, de tamaño no muy grande! Especialmente aposento de un típico magnífico ejemplar tamaño relativamente diminuto y colores ¡rojo bordeado de negro y algo gris grueso y blanquecino para algunas partes de la cara pico!; El ''San Antonio', ave, cuya vida pasa salvándos de los férreos e imprevistos ataques de la artillería inséctica. Allí, aprendí frente a ese Cujicito tan poblado, ¡además de muchos valores del trabajo!; El primer trinar con que estos engalanan la faena de un nuevo comenzar. Así fue que adornado de tan hidalgos huéspedes, hubo de llamársele al viejo querido árbol; ''Cujicito e San Antonios'' Esta lírica textual ha abierto los horizontes al muchacho hombre...
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