Con Hiroshima y Nagasaki irrumpen la tecnología nuclear y la proliferación armamentística. Argentina se inserta en el tema en 1950. También Brasil en los 50's comienza a exhibir interés. Para los 70's los dos habían llegado a un importante grado de madurez tecnológica mientras que en lo político, repetían el esquema regional: dictaduras militares, proclives a ampliar sus ejércitos. En ese contexto desarrollaron proyectos nucleares secretos que gestionaban dentro de sus fuerzas armadas por sectores especializados, con personal reducido y en entornos estancos. En Brasil lo condujo la Armada (Programa Paralelo) y en Argentina el Ejército (Plan Ejército); ambos iban por un explosivo nuclear. Para los 80's aparece un punto de inflexión que frena la escalada: firman acuerdos para uso pacífico e inéditos controles cruzados de instalaciones y materiales nucleares que se consolida en la Agencia Argentino-Brasileña de Contabilidad y Control. Estas de medidas bilaterales, sostenidas en el tiempo, desactivaron un problema muy serio y dieron pie a activas políticas de cooperación, que realimentan aún más la confianza mutua.
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