La cultura cristiana occidental fue configurando desde sus inicios una sociedad patriarcal, que por consecuencia lógica evolutiva, ha ido derivando en una situación de defensa articulada por los diferentes movimientos feministas a lo largo de la historia. Aunque el contexto social y las formas de violencia, tortura, sacrificio y dolor han ido evolucionando, siguen presentes en la actualidad. Tanto en la antigüedad como en la era posmoderna hay un proceso de redención, antes para alcanzar un puesto de gloria en la vida eterna y ahora para conseguir la gloria terrenal. Con la imposición de ciertos cánones estéticos por parte de los medios de comunicación, las mujeres quedan despóticamente expuestas a un aluvión de imágenes retocadas que proponen una belleza irreal, a la que solo se puede acceder por métodos invasivos como la cirugía con los riesgos que ello contrae, a la vez que crea unos estados de violencia psicológica que atentan contra la autoestima femenina. Esos modelos torturadores someten a la mujer. Cuando se superan unas circunstancias históricas de indefensión, se crean otras nuevas para mantener el control por parte del patriarcado.