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Anécdotas románticas, palabras dispares y sorprendentes, máximas auténticas o reconstruidas, paráfrasis y comentarios, benévolos o tendenciosos, es lo que queda de Demócrito, mientras que los antiguos lo alabaron por la amplitud de sus conocimientos, la diversidad de sus escritos, la sabiduría de sus máximas y su talento como escritor. La risa de Demócrito se ha convertido en un emblema del espíritu crítico de los humanistas, y también considero su presencia en la filosofía y la literatura modernas. Sus originales respuestas a los grandes enigmas, el hombre y su lugar en el mundo, su grandeza y su miseria, no podían dejarme indiferente. Aunque reconozco mi deuda con los filólogos e historiadores de la filosofía, he optado por dar a este escrito un tono cambiante, desde la discusión filológica y erudita (vuelvo a mi experiencia como lector de textos fragmentarios) hasta la escenificación de puntos de vista, incluso en forma de diálogo ficticio entre Demócrito y Protágoras. Aquí y allá, dejo que mi imaginación, mis dudas y mis convicciones hablen por sí mismas.