Nuestro conocimiento de la criolitozona (es decir, la zona de permafrost) se ha desarrollado a lo largo de varias decenas de años. Entre sus muchas peculiaridades se encuentran, por ejemplo, la interrelación del permafrost con el clima y el paisaje, el intercambio de calor en las rocas y la correspondencia entre la distribución del hielo terrestre y las condiciones paleogeográficas. Se sabe que el permafrost no ha permanecido constante: se produjeron cambios en los límites de su distribución, temperatura y espesor, así como en su estructura criogénica; algunos procesos criogénicos se desvanecieron mientras que otros se activaron. Ahora es necesario generalizar estos datos. Esto permite reconocer ciertas tendencias y direcciones del desarrollo futuro de la criolitozona.
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