En los últimos años, México ha visto convertido su territorio en el más importante corredor mundial de migrantes nacionales e internacionales. El país asiste a una grave situación que ha puesto en evidencia la incapacidad estatal para controlar la afluencia y el tránsito de millones de personas. Este libro analiza cómo la tradicional imagen de país abierto y solidario con los extranjeros ha cambiado en los últimos años, aventurando así un mirador para estudiar la manera en que la nación se ve a sí misma, y por tanto afronta y entiende su relación con el resto del mundo. Se parte de la premisa de que inmigración y nación conforman una díada que permite definir un «nosotros» necesariamente excluyente ante unos «otros» valorados como ajenos al cuerpo de la comunidad nacional. El estudio sobre esta valoración se despliega a partir de una propuesta que ubica a la migración en un horizonte más amplio del que se trasluce a partir de la extranjería. Se trata de pensar los problemas de la inmigración a través de la intrincada relación entre Estado, nacionalidad y derechos civiles en el México posrevolucionario. Es decir, a través del vínculo entre el sujeto como tal y un Estado-nación que en función del lugar de nacimiento otorga, niega o limita derechos.