"Si algo nos une, y por ello la ética es Universal, es que todos somos siempre igualmente víctimas potenciales de la violencia. Todos somos, antes de cualquier cosa, un cuerpo frágil, alguien que puede perder su autonomía y su racionalidad bajo la violencia ajena. La fragilidad de nuestro cuerpo es la fragilidad de nuestra identidad y nuestro sentido de moralidad...Y sin embargo, mientras la posibilidad nos abraza a todos como permanente amenaza universal, la realidad nos distingue. Todos podrán serlo pero unos son los afectados y otros no, unos mueren y otros sobreviven. La humanidad está unida y a la vez quebrantada en un miedo compartido, en la solidaridad con los hundidos, pero también en el deseo de la supervivencia que nos concede alivio cuando es el otro que muere. El miedo nos une pero el dolor se vive solo" (Bojayá, memoria y río. Violencia política, daño y reparación. 2005).