Podemos definir el estrés como la respuesta fisiológica de una persona a un estímulo -interno o externo- que desencadena la reacción de lucha o huida. Esta respuesta del cuerpo es necesaria, evolutivamente hablando, para la supervivencia del organismo y de la especie. La respuesta al estrés es necesaria para afrontar los peligros. El problema es que cuando el cuerpo, debido a la sobreestimulación de la vida moderna, comienza a no distinguir bien entre lo que es una amenaza y lo que no, manteniendo la respuesta al supuesto "peligro" durante mucho tiempo, provocando el estrés crónico. Además de estar estrechamente relacionado con problemas cardíacos y respiratorios, el estrés crónico nos hace mucho más vulnerables a las enfermedades, ralentiza nuestra capacidad de recuperación, debilita nuestro cuerpo y mente y, en definitiva, empeora enormemente nuestra calidad de vida. Otros problemas sintomáticos del estrés son: insomnio, palpitaciones, cansancio, irritabilidad, problemas de concentración, pérdida de memoria, pérdida de autoestima y proclividad a un mayor consumo de fármacos, alcohol, tabaco y otras drogas. Una respuesta óptima al estrés es aquella que se produce rápidamente, es proporcional a la amenaza y se detiene poco después de haber superado el reto. Por ejemplo, una respuesta a un agresor que viene a nosotros empuñando un cuchillo sólo es adaptativa si prepara rápidamente al cuerpo para defendernos o salir corriendo, y si disminuye poco después de que la amenaza haya desaparecido. En cambio, cuando un simple comentario negativo en las redes sociales desencadena reacciones fisiológicas o psicológicas duraderas e intensas, la respuesta al estrés es disfuncional y desadaptativa. Cuando esta respuesta desadaptativa al estrés se produce con regularidad, provoca las condiciones de salud negativas asociadas al estrés crónico. Debido a que el cuerpo no puede mantener este estado durante largos períodos de tiempo, el sistema parasimpático intenta por todos los medios hacer regresar al cuerpo a las condiciones fisiológicas normales (homeostasis), pero esto se hace a expensas de otros recursos del organismo. Nuestro cuerpo no está diseñado para periodos prolongados de estrés, y el precio a pagar es muy alto. Cuando se supera el potencial de homeostasis o equilibrio del organismo se produce la fatiga, la ansiedad, la irritabilidad, el insomnio o el cansancio, entre otros muchos síntomas. El estrés sostenido durante mucho tiempo puede provocar la aparición de series consecuencias físicas, debidas al aumento del gasto de energía, una mayor rapidez de actuación, menor descanso del necesario y el consiguiente agotamiento de las fuerzas. El estrés es algo natural y adaptativo cuando aparece de forma puntual y pasajera. Si lo experimentamos la mayor parte del tiempo es un problema. En este libro vas a aprender un conjunto de estrategias y técnicas que tienen la finalidad de equiparte con mecanismos eficaces para afrontar el estrés.
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